Durante años, las estadísticas del hockey han sido un depósito de logros que nadie se atrevía a desafiar. Especialmente uno: el récord de Wayne Gretzky de 894 goles. Los porteros cambiaban de estilo, los palos evolucionaban, aparecían jugadores ultrarrápidos, pero la cifra seguía siendo inalcanzable. Hasta que el récord de Ovechkin volteó todo de cabeza.
Recientemente, Ovechkin superó el récord de Gretzky al marcar su gol número 895 contra los «Pittsburgh Penguins». Simbólicamente, estableció la marca final en un partido contra su eterno rival. 1319 partidos, 1762 puntos, 5 temporadas con más de 50 goles después de los 30 años: no son solo cifras, son argumentos a favor de revisar los cánones de la liga. Cuando el éxito del jugador de hockey redefinió los límites de lo posible, la NHL cambió irreversiblemente.
El camino comenzó en 2005: la carrera de Ovechkin en la NHL comenzó con 52 goles en su temporada de debut. Desde entonces, quedó claro que no era solo un goleador, sino un motor de la evolución del hockey. En los siguientes 20 años:
– Jugó 1470 partidos;
– Anotó más de 1500 puntos;
– Ganó 9 premios «Maurice Richard Trophy»;
– Registró 13 temporadas con más de 40 goles.
Los goles de Ovechkin en la NHL no se distribuyeron al azar. Dominó de manera constante independientemente de entrenadores, compañeros de equipo y épocas de juego. Donde incluso las leyendas de «Calgary» y «Detroit» se desvanecían, el récord de Ovechkin crecía como una cordillera entre colinas.
Comparar a Ovechkin y Gretzky es una tarea arriesgada. El primero encarna la potencia, la física, el disparo en un toque. El segundo, el genio de la improvisación, los pases sutiles, el hockey como un juego de ajedrez sobre hielo. La diferencia entre Ovechkin y Gretzky radica en el lenguaje del tiempo. Gretzky jugaba en una época donde un marcador de 8-6 no sorprendía, y los porteros no tenían equipos que parecieran placas de concreto. Ovechkin rompía las defensas, vencía a los porteros modernos con reacciones medidas en milisegundos. Uno creaba en un hielo despejado, el otro se abría paso a través de una pared.
Cada nuevo hito era un punto en una fórmula larga pero lógica de éxito. Para entender cómo se desarrolló el récord de Ovechkin en la NHL, es importante destacar cinco factores clave:
1. Estilo de juego: arma de destrucción masiva. No era un pase, no era un dribbling, era un disparo limpio desde el círculo izquierdo de lanzamiento. Todos lo conocían, pero solo unos pocos podían detenerlo. Alexander disparaba como una ametralladora Kaláshnikov: simple, infalible, impredecible.
2. Equipo orientado a resultados. «Washington» construyó su juego en torno al capitán. Sin democracia: puck en la zona, pase al punto, disparo. Cientos de goles siguieron un guion similar, pero eso no los hizo menos efectivos.
3. Temporada tras temporada: la mecánica de la estabilidad. Incluso en un año deportivo reducido y desafortunado, los resultados seguían siendo positivos. En 2012, 32 goles en 48 partidos. En 2020, 24 goles en 56 juegos. La estabilidad se convirtió en una habilidad separada.
4. Modelo físico fuera de los estándares. Los entrenadores afirmaban que con una altura de 191 cm y un peso de 107 kg, era imposible mantener la movilidad. Ovechkin demostró lo contrario. Su cuerpo no era un obstáculo, sino un ariete contra la defensa.
5. El hockey como proyecto a largo plazo. No se retiraba, no bajaba el nivel, no cambiaba a un papel de asistente. Seguía anotando. Hasta que su logro eclipsó el símbolo canadiense.
El mejor francotirador de la NHL no es solo un título, es una confirmación de maestría en números y tiempo. Gretzky – 894, Howe – 801, Jagr – 766. Pero solo un jugador de hockey superó los 900+, y no es una fantasía, es un hecho documentado. Mientras algunos veían el límite en 700, el récord de Ovechkin se convirtió en una guía para su destrucción. Ascendió al rango de estándar por el cual se medirá la nueva generación.
El hockey estaba acostumbrado a las leyendas del pasado. Todos conocen el «Gran Tren», a Boris Mijailov, a la «Máquina Soviética», a los récords al estilo VHS. Pero los logros de Ovechkin en la NHL pasaron a ser transmitidos en vivo. Una era donde cada nuevo gol se convertía en un evento. Las transmisiones se interrumpían, los estadios se levantaban, los fanáticos grababan videos en sus teléfonos inteligentes. La historia no se quedaba en el polvo, estaba sucediendo ante sus ojos.
La NHL dejó de ser solo una diversión norteamericana. Con la llegada de figuras como Kucherov, Panarin, Pastrnak, y especialmente después de que Ovechkin superara el récord de Gretzky, la liga alcanzó un nuevo nivel de interés. La cantidad de espectadores de los partidos de los «Capitals» aumentó un 54% en la temporada 2024/2025, los patrocinadores firmaron 17 nuevos contratos con el club. Los derechos de televisión crecieron a 1.2 mil millones de dólares. Un éxito transformó el mercado.
Después de que el récord del deportista se convirtiera en historia, su carrera no disminuyó. Por el contrario, cada aparición posterior en el hielo era como una firma en un libro ya escrito pero aún no publicado. El jugador seguía siendo titular, mantenía su efectividad y no disminuía el ritmo. En lugar de una gira de despedida, un nuevo temporada, goles y un interés renovado en el hockey.
Ovechkin no terminaba, sino que ampliaba los horizontes de lo posible. Los equipos seguían adaptándose a su estilo de juego, los porteros estudiaban repeticiones de sus tiros, y la liga transmitía cada uno de sus partidos en vivo con analistas sincrónicos.
El éxito común es solo una marca en la tabla. El récord de Ovechkin es una capa cultural completa. Los estudiantes de academias deportivas analizaban la mecánica de su tiro. Los entrenadores revisaban las estrategias de juego de poder, y los jóvenes delanteros grababan sus movimientos para análisis en TikTok. Y todo esto no era simbolismo inventado, sino una realidad concreta, poderosa y de larga data.
El récord de Ovechkin no solo rompió las barreras del pasado, reformateó la esencia misma del hockey. Desde ese disparo que cruzó la línea de gol número 895, comenzó una nueva era. Ahora, ningún límite parece eterno: la disciplina, el estilo y la falta de compromiso están desplazando incluso los hitos más monumentales. La liga ha entrado en una nueva dinámica, sin posibilidad de retorno.
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